De tanto en tanto discuto con gente que no comparte mi visión de mundo, se muestran reticentes cuando hablo de la imperativa necesidad de eliminar la explotación del hombre por el hombre por medio del cambio de las estructuras socio-económicas y más aún cuando trato el tema de la formación del hombre nuevo del que tanto habló el Ché. Discutimos y punto por punto se construyen las bases que sustentan estás afirmaciones, hasta que pretenden zanjar el asunto con base en dos premisas, la primera es que el ser humano es imperfecto y por ende sus obras son imperfectas, y la segunda es que la idea del socialismo es utópica y por lo tanto irrealizable para el ser humano.
Debo decir que coincido con la primera de esas afirmaciones, sin embargo con la segunda tengo una posición diferente, estoy de acuerdo con la imposibilidad de la utopía, pero es que ese no es el meollo del asunto. Para explicarme recurro a las palabras de Eduardo Galeano que expone de forma clara y concisa que es lo que representa la idea utópica del socialismo, esa idea que busca construir una sociedad más justa.
Utopía
Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve, entonces? Para eso sirve: para caminar.
miércoles, 20 de junio de 2007
jueves, 14 de junio de 2007
En el natilicio del Ché
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Hoy se cumplen 79 años del nacimiento de Ernesto Guevara de la Serna, mejor conocido como Ché. Inicio estás líneas en este día, pues es hoy que me ha terminado de nacer la conciencia. El acto de expresar lo que pienso y veo tiene por objetivo generar un cambio.
Latinoamérica esta en convulsión, aunque muchos no la sientan hay tierras no muy lejanas donde esta teniendo lugar un combate ideológico muy intenso. Una vez más asistimos al embate de las fuerzas imperialistas contra cualquier forma de gobierno que busque la libre autodeterminación de los pueblos. Esto sucede a casi 40 años del asesinato del guerrillero heroico y mucha agua a pasado debajo del puente, sin embargo lo que sucede hoy es producto, en gran medida, de lo que el hizo en vida y dejó como ejemplo para nosotros los jóvenes del presente.
Hoy quiero compartir un fragmento del discurso que dió el Ché en la Asamblea de las Naciones unidas el 12 de diciembre de 1964.
"No hay enemigo pequeño ni fuerza desdeñable, porque ya no hay pueblos aislados. Como establece la Segunda Declaración de La Habana: «Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo.
Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados; la van a escribir las masas progresistas, los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina. Lucha en masas y de ideas, epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraban rebaño impotente y sumiso y ya se empieza a asustar de ese rebaño, rebaño gigante de doscientos millones de latinoamericanos en los que advierte ya sus sepultureros el capital monopolista yanqui.
La hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la vienen señalando con precisión también de un extremo a otro del Continente. Ahora esta masa anónima, esta América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el Continente con una misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a morir, porque ahora los campos y las montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad o el tráfico de las ciudades, en las costas de los grandes océanos y ríos, se empieza a estremecer este mundo lleno de corazones con los puños calientes de deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora sí la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se los ve por los caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros, para llegar hasta los «olimpos» gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, en un lado y otro, cada día, ocupando las tierras, afincando sus garfios en las tierras que les pertenecen y defendiéndolas con sus vidas; se les ve, llevando sus cartelones, sus banderas, sus consignas; haciéndolas correr en el viento, por entre las montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado, que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.
Porque esta gran humanidad ha dicho «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha, de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera e irrenunciable independencia."
Después de leer y releer este fragmento no puedo más que pensar en la historia reciente de Latinoamérica, los años de guerra y opresión, los revolucionarios caídos que ya no están entre nosotros para escuchar el grito de lucha de la Revolución Bolivariana, ese grito, ese espacio, ese bastión por el que entregaron los más precioso que tiene un ser humano, su vida. En honor a ellos y a los pueblos Latinoaméricanos de los últimos 500 años tenemos la obligación de dar un paso al frente y aportar nuestro grano de arena, para que se cumpla lo dicho por el Ché, para que la muerte de nuestros revolucionarios, nuestros padres, hermanos, hijos, nietos, primos y sobrinos no sea en vano, para que lo que desearon aportar a nuestros pueblos se concrete, para que seamos verdadera e irrenunciablemente independientes.
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